El escritor, periodista y exdirector de la revista ‘Mercurio’ publica en Fórcola un libro que recoge su pasión por el periodismo y por las bellas artes: cine, fotografía, literatura, arquitectura, pintura, etc.
La cultura, cuando se ha adquirido, es un goce, un enriquecimiento constante. Pero el hermoso oficio de vivir es el periodismo cultural que te permite ser un detective que interroga y averigua qué nombran las palabras, lo que dicen las imágenes, lo que sucede en la ciudad y constantemente te susurra o te grita, todo lo que la literatura y el cine te enseñan acerca de la naturaleza humana o de la magia y el abismo de un instante.
Curiosidad, mirada, rigor, escepticismo, audacia, el valor de los hechos. La suma de todas hace que cuestiones las apariencias, que reflexiones, que preguntes y no te conformes con cualquier respuesta ni con la primera, y que intentes ser capaz de contar con toda la honestidad que sostiene la credibilidad.
No fue un proyecto planeado y edificado texto a texto. Fue la reflexión sobre la poética que unía los diferentes oficios de mundo del periodismo cultural y la mirada sobre una realidad en la que la cultura está despreciada, su término manoseado y disfrazado y nuestro trabajo precarizado, lo que me condujo a crear una unidad y un discurso que reivindicase nuestro trabajo, y que la cultura vuelva a ser una actitud y un oficio de vivir, igual que lo fue en otras épocas.
Ambas son caras de una misma moneda. No puedo separarlas, soy el fruto de su manera de mover mi actitud, de abrir mi mirada y de hacer de la vida un campo de trabajo y una aventura.
¿Quiso hacer un manifiesto de la cultura, una especie de libro de denuncia?
Si. Desde el principio. Por lo que he dicho antes, por el escaso respeto y atención que le tiene la política. Por la indiferencia de la gente rehén voluntariamente muchas veces del analfabetismo funcional, del ruido, de la mediocridad. Incluso por el egocentrismo de nuestro propio oficio que no rompe los circuitos entre centro y periferias, ni valora la transversalidad, ni prima el talento o la generosidad por encima de las camarillas, de las absurdas rivalidades o los silenciosos ajustes de cuentas. Actitudes, y comportamientos habituales que le restan coraje y alma al espíritu de lo que debe ser la cultura.
¿Cuáles son los males de la cultura, sus enfermedades, sus olvidos? ¿Por qué ha perdido su talismán, su poder de influencia, esa conciencia de necesidad?
En gran parte por lo que he dicho antes. Y también porque somos un gremio poco generoso, sujeto a intereses del momento, a individualismos, sin memoria de lo que se luchó para que la cultura significase progreso, y que muchas veces se vende, incluso su alma a cambio de champagne de salón. Y sin duda porque a los poderes financieros y políticos les interesa tener personas dóciles, sin capacidad de un pensamiento crítico que los movilice y les haga soñar.
-Hay de todo en el libro e incluso de varios géneros: el retrato introspectivo, el perfil, la opinión, la inmersión crítica, la reseña, lo confesional y lo autobiográfico. ¿De cuántos modos debemos y podemos escribir en un periódico?
Un periódico, al igual que la literatura, debería ser un Drugstore. Así titulé un libro de cuentos publicado por Páginas de Espuma a la que felicito por el merecido Premio Nacional que ha obtenido. La prensa, en radio, en papel, en televisión, debería exigir talento expresivo, rigor a los hechos, capacidad de contar y haga pensar, imaginar al lector, al oyente, y en cierto modo lo oriente o le mueva a preguntarse. Que en su conciencia le quede el bouquet de unas ideas y el lenguaje que las defiende. Señas de identidad que ha perdido el periodismo y que debería recuperar, sacudiéndose mediocridad y abanderamientos políticos, para volver a ser lo que fue pero acorde a las exigencias del siglo XXI.
¿Por qué ha incorporado las entrevistas? Marías, Muñoz Molina, Victoria Camps, Elvira Lindo, Cristina Fernández Cubas…
Es un género en el que me encuentro a gusto. Tiene, al igual que el periodismo cultural, una exigencia literaria y la necesaria habilidad de la seducción desde la curiosidad, el conocimiento, la sencillez y la atmósfera que construye una conversación que anula el tiempo. Cada una de ellas fue una lección de la que aprendí y cada una de las personas elegidas son profesionales a los que admiro, que me han enriquecido y cuyas miradas tienen mucho que ver con la poética del libro.
Hay varios textos sobre el paraíso de conocimiento y revelación de la infancia. ¿Fue tan bonita la suya o hermosea al ser recordada?
Mi infancia fue un paraíso construido por la naturaleza mágica de un molino rural, por la rudeza de un barrio donde aprender a sobrevivir y a soñar, por las enseñanzas de familiares muy cercanos en mi educación y porque desde niño tenía una mirada, una inquietud diferente, aunque también común a los demás. Viví lo bueno y lo duro de muchas experiencias, y cuando recuerdo lo hago desde las cicatrices, su antiguo rumor de felicidad y, al igual que todos, con esa fabulación que es la memoria.
¿Qué le debe a periodistas como Manuel Vicent o Manuel Alcántara?
Son dos grandes maestros del columnismo, con miradas peculiares, lo mismo de hedonistas y filosóficas, aunque a la vez diferentes, y con preocupación por el lenguaje y el humor.
¿Qué ha significado o significa Aragón en su vida, cita a Los Portadores de Sueños, a Félix Romeo, a Sergio del Molino…?
Aragón es principalmente para mí Félix Romeo, mi hermano mayor, de quien aprendí la generosidad y el respeto por encima de cargos, de premios, de estatus, sólo por la humanidad, la entrega y el talento. La fuerza de su compromiso, su manera de poner en relación a la gente que le gustaba y su don de la vida. Hay momentos que le echo mucho de menos. De su mano llega Zaragoza, las referencias Los Portadores de sueños. Luego van llegando otros amigos junto con esa maravillosa mujer y pintora que es Lina Vila, y después la editorial Tropo, donde publico dos libros gracias al entusiasmo de Óscar Sipán y de Mario de los Santos, y conozco a Sergio del Molino con su lucha, y a Eva y a Félix, y a Dani Gascón. Lo que le gustaba a Félix ser adoptado por una ciudad y una gente a la que también tú adoptas y admiras por su trabajo y su forma de ser y estar.
Hay una obsesión clarísima por las primeras frases. “La calle es un álbum de fotografías inéditas”. “París es un beso que se guarda”. “Los mascarones de proa son mujeres azules con la aventura al abordaje”. “Un negro es una bañera de espuma”. Está claro que no son azarosas.
Las primeras frases son el punto de partida. Tiene que haber una seducción que enganche al lector y lo conduzca dentro, y lo haga permanecer. Es algo del cuento y del poema a lo que le doy mucha importancia, y que define mi escritura. Unas veces salen de manera espontánea, igual que un relámpago del que partir hacia lo que luego sucederá dentro del texto. Otras veces es un trabajo de búsqueda, como el músico que busca el tono o el pintor que necesita la danza del trazo para continuar creando a partir de ese instante que debe tener magia.
A pesar del tono elegíaco, el libro está lleno de entusiasmo. ¿Qué le da la cultura, cómo la defiende, cómo la siente, qué es ahora y qué debiera ser?
La cultura es la conciencia y el hechizo de cada día. Lo que provoca que la rutina tenga destellos, fronteras, que sea un momento de pensar en silencio, y de disfrutar lo minúsculo, lo espontáneo. La cultura no es un adorno ni un pasaporte del turismo, ni un cuartel político ni un eslogan de escaparate. La cultura es un antídoto contra el narcisismo, el aislamiento, la exclusión de los otros, y el instrumento que nos convierte en sujetos creativos y conscientes de la libertad.
El periodismo, en papel, está amenazado de muerte, dicen. Este libro se fraguó en ‘La Opinión de Málaga’.
Si no se reinventa su calidad, muchas de las cualidades que tenía y de las que hemos hablado en la entrevista, morirá más pronto que tarde. Depende también de la apuesta real de las empresas por el periodismo, su calidad, su rigor y su veracidad. Sí, lo he fraguado en La Opinión de Málaga donde me dan mucha libertad.
¿Cómo explica un periodista cultural el hecho de que nos manden de nuevo a las urnas, que no sirvan los votos de los ciudadanos?
Con la falta de cultura política de nuestros dirigentes políticos que han olvidado, como dijo hace pocos días Iñaki Gabilondo parafraseando a Winston Churchill, que malo cuando los políticos se empecinan en ser importantes en lugar de ser útiles.