La estación del mar acaba de abril. Es mayo el primer azul que cantan sus sirenas invitándonos a encontrar el deseo de su regazo. Un viaje que exige, ante las posibilidades de la muerte y del placer, leer a fondo a Aurora Luque. Cualquiera de sus bitácoras poéticas, Hiperónida, Las dudas de Eros, Carpe mare, Camarada de Ícaro o Personal y Político entre otras, y en especial Los limones absortos: una caracola de sus voces elegidas derramándonos su poesía del mediterráneo. Una antología editada por la Fundación Málaga y que anda orillada en las casetas de la malagueña Feria del Libro venida a menos. Casi hasta el punto de naufragio. Un destino que amenaza curiosamente cuando su enclave es hermoso e idóneo para entablar una buena relación entre libros y lectores. El paseo del Palmeral tan de moda en el trasiego de nativos y turistas, y donde atracan frente a las retinas digitales de los selfies el yate de recreo de Bill Gates, los balandros de la marina griega con su esbeltos Ulises de azul abotonado o un submarino turco que parece huir del desguace. Hay otras tardes en las que las gaviotas levantan al crepúsculo olas envioletadas y destellos anaranjados al costado de los 64 metros de eslora de La Sultana, el elegante barco espía que en los sesenta surcó el mar Negro, consignado hoy en yate de lujo por la agencia Pérez&Cía que oferta travesías de amor a 17 nudos.

Este es el paisaje escénico que alberga las blancas casetas de las librerías, cuyo número mengua como si cada año una enigmática mano las comiese del tablero de una partida económica y en jaque presupuestario entre lo público y lo privado, el oficio de librero y la desgana de la feria. En ese encuadre de cada tarde sureña despeinada en sombras, la literatura es una tristeza a dieta, el compungido rostro de los autores cada vez más locales o auto publicados que firman a lo largo de las horas solas en las que los lectores trabajan o apuran la playa. No tiene sentido, bajo el calor de Málaga, ofertar actos a las cinco y a las seis de la tarde ni echar el cierre a las nueve, cuando la brisa se pone sus zapatos blancos y las conversaciones se van de terrazas. También se echan en falta, al margen de la presencia de escritores de talla, solventada con Vicente Gallego y Ricardo Menéndez Salmón, actividades -más allá de los talleres de encuadernación y de escritura que tan poco dan en una semana- que tomen el pulso a lo que sucede actualmente en la literatura o su diálogo con estos tiempos que desarman a diario el talento, el precio y la necesidad de la palabra. Y tampoco se entiende que a nadie de la administración de esta feria se le haya ocurrido organizar algún evento de las letras en torno al mar que la apaisa al socaire del muelle. Quién sabe si algún cercano mayo, al pie de sus escaleras de embarque, el Palmeral será realmente el oasis del libro y su fiesta.

En esta destemplanza cultural adquieren mayor protagonismo Los limones absortos de Aurora Luque y su poesía emergente de las aguas matriarcales que impregnan la estirpe clásica de su lenguaje y su actualización coloquial, sobre las que habla Chantal Maillard en las primeras páginas de este libro. Igual que si su prólogo fuese la rosa de los vientos del mapa que nos viaja al desencanto de los sueños y del tiempo. Y a un heterodoxo posicionamiento lírico en relación con la cultura de los mitos, la realidad carnal y el intimismo de la batalla en compromiso ético. En el fondo y en la piel, la poesía de Aurora Luque es su diálogo con el oleaje de su propia vida. También con lo que sucede dentro del poema como construcción formal y música de fondo. Siempre lo ha hecho. Poema a libro, en público y en confidencia: celebrar la experiencia vital a través de la poesía. Y en ese propósito (fecundado por sus lecturas de Cernuda, de Sophia de Mello y de Emily Dickinson junto a la helenística impronta clásica) embarca en lo cotidiano la emoción y su misterio, la sensualidad y la reflexión, el conocimiento y la convicción. Al igual que el lenguaje como erótica y como política.

En este bilingüe libro (español y traducido al italiano por Paola Laskaris) balneario de la edad que se renueva, Aurora Luque es más que nunca Ariadna de un mar que ovilla en sus versos, que ata y desata en los poemas con los que lo apresa, lo desnuda, lo ama, lo consume, lo conduele y lo libera. Ariadna de un mar en cuyo laberinto de mitos se adentra de nuevo –imposible le resultaría no hacerlo-, argonauta y maga en busca de las sirenas del deseo que, muchas mareas más tarde, danzan en su naufragio; de las islas sumergidas que emergen cada noche para que sus lectores escuchemos, entre el aire y el silencio, la belleza que estalla en las palabras. Espuma, vino y viento, la vieja ebriedad de los marineros contra la muerte y la amnesia que provocan los disturbios del tiempo y sus pretéritos fugaces entre los dedos. Nos susurra Aurora Luque sobre Platón y las Musas; acerca de Greta y de su metamorfosis al fondo de los espejos; de criaturas abisales y del Minotauro cautivo en su melancolía; de litorales límbicos y de los mares urbanos de Leteo; de otras temperaturas de la soledad en perfecto estado; de los bares en los que se pone la noche; del saldo de los mitos en anuncios por palabras; de los mapas que se dejan sin cruzar a proa y de silencios que nos apagan y deshacen. No faltan en sus versos acuerdos de paz con los años, hedonismos de invierno y algún que otro masaje de aceite filipino después de mil caricias y de saborear la muerte y sus ecos entre las lenguas y los oídos.

No hay tristeza ni renuncias ni despedidas en los versos de este hermoso libro. Su poesía, fiel a su esencia estética y moral, nos seduce y nos baña, nos desintoxica de la realidad y su hydra, drogándonos con Grecia. A la vez que supone el historial de un itinerario sobre la forja de una pasión que madura y sobrevive, que combina el sentido de la ironía, la aceptación de la pérdida y la generosidad de gozar la vida. Sin celos, sin tortura, sin derrotas, con sus ojos metidos dentro de los de ella y mirando siempre hacia delante. Nunca dejará Aurora Luque de navegar la vida a través de la poesía y de hacernos cómplices de ese viaje con conciencia de la incesante metamorfosis que somos y nos explica. Seguirá dejándonos en nuestras manos, como lo hace con Los limones absortos, las sílabas húmedas del mediterráneo que nos narran de memoria de cuerpos como naves, de espejismos y de equipajes, de oráculos y de embarcaderos, de la enfermedad mortal del lenguaje y del amor que juega al azar con el universo. Hasta que se le marchitan los labios y en arena se tornen las palabras.

Será entonces cuando la poesía de Aurora Luque la canten las sirenas, y cuando las historias que suceden en sus poemas se bailen de blanco y de noche en las cubiertas de todos los trasatlánticos del mediterráneo.

Guillermo Busutil
http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2016/05/08/traductora-sirenas/848012.html

Written by : guillermo

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Donec fringilla nunc eu turpis dignissim, at euismod sapien tincidunt.